John Main decía que “la mejor manera de enseñar a orar a otros es orar con ellos”. Cuando compartimos la oración con los demás, despertamos a un conocimiento más profundo de nuestro ser y, así, aprendemos a trascender más allá de nosotros mismos. Por ello, meditar de forma regular, diaria o semanalmente, con la misma comunidad supone un valioso recurso de apoyo para nuestro peregrinaje” (“Cartas desde el corazón”).
Algunos nos hemos preguntado si es preferible meditar solos o en grupo. Realmente, son las dos caras de la misma moneda: la meditación es una práctica en soledad, dado que yo no puedo meditar por ti, ni tú puedes hacerlo por mí. Pero solemos preferir meditar con otras personas. La meditación en grupo nos lleva a profundizar en el significado de la meditación al conectar nuestra experiencia personal con la comunidad. Ambas partes dan y reciben el mutuo aliento. En la teología cristiana de la meditación, la experiencia de “comunión”, compartiendo el Cuerpo de Cristo, es fundamental.
“Donde se reúnan dos o tres en mi nombre, allí estaré yo, en medio de ellos.” (Mateo 18,20)
La Importancia del Grupo
Meditar crea comunidad. Es pues un camino de crecimiento personal como de transformación social. Por todo el mundo se han ido creando grupos de meditación que así lo manifiestan y que están abiertos a todos los que deseen compartir el peregrinaje hacia al corazón en silencio y amistad.
Los grupos se reúnen cada semana, en diferentes lugares: iglesias, casas, colegios, hospitales, universidades, cárceles y oficinas. Existen también grupos “online” para todos aquellos que no pueden reunirse presencialmente. El grupo es, por tanto, un medio esencial para introducir a personas interesadas en la meditación y representa además un importante apoyo para perseverar en la práctica diaria. Aprender a meditar es un proceso que requiere tiempo. La mayoría de las personas comienza y luego lo abandona y de nuevo empieza a practicar. El grupo es, por tanto, un elemento de ayuda y de estabilidad en todo este proceso.
Cada grupo tiene su propia personalidad, pero todos siguen una estructura sencilla diseñada para mantener el foco en la experiencia de la meditación y estar abierta a una amplia variedad de personas:
Una enseñanza sobre meditación que nos recuerda la simplicidad de esta práctica, a menudo con la lectura de un texto sobre la tradición contemplativa cristiana.
Un tiempo de meditación de 20-30 minutos en silencio.
Un tiempo para compartir reflexiones y plantear dudas.