Fundamento Cristiano

El carácter polisémico del término meditación es evidente ante la multiplicidad de acepciones a las que hace referencia, tanto desde la perspectiva de la actividad mental como de las diferentes formas de orar en las religiones.

En realidad, y en honor a la verdad, la meditación, en sí, aunque suponga una búsqueda de unión con nuestro espíritu, no es cristiana ni pagana; todo depende de cómo y para qué la utilicemos. En este caso, queremos referirnos a la meditación cristiana como oración contemplativa; aquella que requiere del aquietamiento de la mente para poder conectar con lo más profundo del ser humano y percibir a Dios en nuestro interior.

Paralelamente a la creciente búsqueda espiritual contemplativa, podemos observar también miedo o rechazo a la meditación por ser considerada en ciertos ambientes ajena a la tradición cristiana. Algunos llegan a tacharla como moda invasora procedente de oriente o, incluso, como una manifestación de la New Age de los años 70 que podría comportar esoterismo u ocultismo. Nada más lejano a la realidad.

Para saber qué es la meditación cristiana, basta con leer en el capítulo 6 del Evangelio de Mateo lo que dice Jesús de la oración: Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Quienes hayan estado en Israel saben, porque lo han podido ver en los restos arqueológicos de las viviendas que, en tiempos de Jesús, la inmensa mayoría de personas a quienes se dirigía no contaban con una habitación en la que encerrarse y menos una llave para hacerlo. La misma casa de la suegra de Pedro en Cafarnaúm, a la que Jesús se retiraba a veces a descansar, se conserva aún como un muro bajo, circular de apenas tres o cuatro metros de diámetro, en el que se apoyaba una cubierta efímera.

En sus “Colaciones”, Juan Casiano, monje del siglo V, comenta que oramos en nuestros cuartos cuando retiramos nuestros corazones completamente del parloteo de cada pensamiento y preocupación y ofrecemos nuestras oraciones al Señor en secreto e íntimamente… Oramos con la puerta cerrada cuando, con los labios cerrados y en total silencio, oramos al buscador no de voces sino de corazones.

Jesús hablaba pedagógicamente, como en sus parábolas, para que pudieran entenderlo todos. Queda clara la necesidad de cerrar la puerta al ruido mental; ahí, en el centro del ser, podemos percibir a Dios que nos habita, como también lo recuerda San Pablo: ¿No sabéis que sois templo de Dios, que el Espíritu Santo habita en vosotros?

Hoy día, se constata un aumento considerable de la práctica de la meditación como oración contemplativa, partiendo del silenciamiento de la mente, por medio de la repetición constante de una palabra o jaculatoria (mantra) que amortigüe el parloteo incesante de la mente y haga posible la percepción de lo divino en lo más hondo de nuestro ser.

Ya en los años 70, el benedictino John Main, el trapense Thomas Keating, y el franciscano Richard Rohr, entre otros, habían iniciado un proceso de hacer saltar la tapia de los monasterios a la dimensión contemplativa del cristianismo para que llegase a impregnar la espiritualidad de los laicos.

¿Estamos hablando de algo que tenga que ver con la New Age o el budismo? En absoluto. Estamos hablando de lo que el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) recoge como meditación u oración contemplativa, desde el Punto 2.709 al 2.724 en el que se dice: La oración contemplativa es la expresión sencilla del misterio de la oración. Es una mirada de fe, fijada en Jesús, una escucha de la palabra de Dios, un silencioso amor. Realiza la unión con la oración de Cristo en la medida en que nos hace participar de su misterio.

La tradición cristiana contiene tres importantes expresiones de la vida de oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativas. Las tres tienen en común el recogimiento del corazón (2.721). La oración contemplativa es una forma de meditación basada en la quietud del cuerpo y el silencio de la mente, sin necesidad de imágenes de ningún tipo.

Santa Teresa, en su castellano del siglo XVI, identifica la oración mental con la contemplación: No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (2.709).

La meditación, como oración contemplativa hacia la percepción de Dios en nosotros, se fundamenta en el aspecto espiritual del cristianismo que parece haber sido olvidado en gran medida. Sin embargo, es esencial recuperar esta dimensión espiritual: “Si la cristiandad no consigue recuperar su tradición mística y enseñarla, ya puede darse la vuelta y abandonar su actividad, porque no tiene nada que decir” (Bede Griffiths, citado en el libro “Danzar con tu Sombra. Integrar el ego y el yo en el sendero espiritual”, de Kim Nataraja).

TESTIMONIO DE LAS ESCRITURAS

En el Apéndice I de su libro “Danzar con tu Sombra”, Kim Nataraja recoge una serie de citas que contienen la esencia de la meditación cristiana. Esta esencia está ahí visible para todos y cada uno de nosotros: el silencio, la quietud, la interioridad, la ausencia de pensamientos, el énfasis en pocas palabras, la repetición, la soledad, la vigilancia, el mantenerse en el momento presente, y la atención en un solo punto y unión.

Importancia del silencio

  • Salmo 46,10: Basta ya; sabed que yo soy Dios.
  • Salmo 131,1-2: Mantengo mi alma en paz y silencio, como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en Ti!
  • Zacarías 2,14-15.17: ¡Silencio, toda carne, delante de Yahveh, porque él se despierta de su santa Morada!
  • 1 Reyes 19,12: El susurro de una brisa suave.

Interioridad. Habitados por el Espíritu

  • Mateo 6,6: Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
  • Lucas 17, 20-21: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: «Vedlo aquí o allá», porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.
  • 1 Corintios 3,16: ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
  • Efesios 1,17-18: Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón.
  • Efesios 3,16-17: Para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones.

Pocas palabras. Pobreza de Espíritu

  • Mateo 6,7-8: Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.
  • Lucas 18,10-14: Oración del publicano: «¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!».

Incesante oración

  • 1 Tesalonicenses 5,17: Orad constantemente.
  • Romanos 12,12: Perseverantes en la oración.
  • Lucas 18: Están clamando a él día y noche (también Mateo 11,5-11).

Importancia de la soledad

  • Lucas 6,12: Por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios.

Vigilancia

  • Marcos 13,33: Estad atentos y vigilad.
  • Mateo 25,1-13: Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora… Manteneos en el momento presente.
  • Mateo 6,25: Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

Aquietar los pensamientos. Dejar atrás el ego

  • Lucas 9,23: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

Humildad y confianza

  • Mateo 18,1-4: Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos .

Unidad con Dios y con los demás. Integridad

  • Juan 17,21: Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros.
  • Juan 10,10-11: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Centrar la atención en un solo punto, en la «presencia» de Dios

  • Mateo 6,33: Buscad primero su Reino y su justicia, y todo lo demás se os darán por añadidura.
  • Salmo 116,9: Caminaré en la presencia de Yahveh por la tierra de los vivos.
  • Mateo 5,3: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
  • Mateo 5,8: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
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